LA SOLEDAD.
DE ESTAR SOLO A SENTIRSE SOLO.
Tomado de nuestro libro "Llegamos a creer"
"¡Estoy
solo! ¡Estoy solo!" es el grito de todo alcohólico que está bebiendo sobre
la faz de la tierra en un solitario cuarto, - en un bar repleto de gente, en el
centro de una reunión familiar, en una calle en medio de una multitud.
Entonces, en contradicción, la gente actuaba sobre nuestros nervios y nos
alejábamos para "huir de todo eso". Por esto tampoco funcionaba; no
podíamos sobrellevar por mucho tiempo la carga de nuestros pensamientos sombríos.
Difícilmente
tratábamos fuertemente de eliminar nuestra soledad con la botella, y por poco
tiempo lo lográbamos, pero no mucho. Cuando golpeábamos contra el fondo y nos
dimos cuenta de que no podíamos seguir tal como íbamos, por La Gracia de Dios
nos encontramos metidos dentro de una insoportable soledad, separados de todo y
de todos. Aislados así, fuimos capaces de mirar a nuestras vidas, a nuestros
problemas y a lo desesperado de nuestra situación. Únicamente así podríamos
hacer preguntas y dar respuestas y hacer decisiones. Ahora sí podíamos hacer
una decisión de hacer algo acerca de nuestra bebida y los problemas con la
vida.
Hay dos
maneras en las que el hombre está solo. En nuestro lenguaje, "estar
solo" expresa el dolor de sentirse solo. "Estar a solas" expresa
la gloria de sentirse a solas.
¿Qué nos
sucedió dentro de A.A. que nos hizo posible, no solamente sobrellevar, sino
disfrutar momentos de soledad? ¿Qué cambió nuestro sentirnos solos a sentirnos
a solas?
El amor y la
comprensión que encontramos dentro de A.A. son una cortina protectora entre
nosotros mismos y la dolorosa soledad de nuestros días de bebedores. Las
primeras semanas, algunos de nosotros empleamos la mayor parte de nuestro
tiempo en un club de A.A. en las Oficinas de A.A. hablando con otros. Luego se
hace evidente que tenemos que ir a trabajar y de alguna manera afrontar las
demandas y responsabilidades de nuestro diario vivir; tenemos miedo. ¿Nos
golpeará otra vez la vieja soledad cuando estemos lejos de la presencia física
de otros miembros de A.A.?
Más tarde o
más temprano, practicando los principios de los Doce Pasos, encontramos dentro
de A.A. nosotros mismos una cosa muy valiosa, algo interior, y es que podemos
estar tranquilos ya sea que estemos en casa sin nadie más, o en cualquier lugar
al que la vida nos lleve.
Los miembros
de A.A. no somos inválidos emocionales que necesitamos que alguien nos coja de
la mano a cada momento del día o de la noche para evitarnos una caída. Crecemos
con la ayuda de Dios, tal como lo entendemos, con la ayuda de la fraternidad,
del Grupo y aplicando los Doce Pasos en nuestras vidas.
Conforme
transcurren las semanas de sobriedad, podemos disfrutar y atesorar los pocos
momentos de soledad que somos capaces de encontrar entre la agitación y presiones
de la vida de hoy en día. Cuando dejamos de tenerle miedo a la soledad y
comenzamos a apreciarla y usarla como beneficio, hemos avanzado un gran trecho.
Nos damos cuenta de que un poco de tiempo para estar a solas es necesario para
pensar en intentar trabajar alguno de los Pasos. En la soledad hacemos nuestros
inventarios. En la soledad, admitimos ante nosotros mismo la naturaleza exacta
de nuestras fallas. En la soledad, nuestros espíritus buscan esa Fuerza
Superior que la nuestra; en la soledad, buscamos por medio de la oración y la
meditación estar conscientes de la voluntad de Dios para nosotros.
La soledad
puede ser vista y sentida en muchas maneras: en el silencio de la naturaleza,
leyendo poesías, escuchando música, mirando pinturas, y en la meditación.
Estamos solos, pero no nos sentimos solos. Sin embargo, estas experiencias no
pueden contestar todas las preguntas de nuestras mentes. Así es que regresamos
al mundo del hombre.
Algunos de
nosotros ansiamos volvernos creativos en alguna esfera de la vida, pero no
podemos llegar a serlo o permanecer creativos sin la soledad. Una hora de
soledad consciente enriquecerá nuestra creatividad mucho más que horas de
intentar aprender el proceso de la creación.
Estar a solas
no es fácil; algunas veces lo logramos sin más que permanecer en silencio,
dejando que nuestras almas suspiren con alivio, sin palabras, hacia Dios. Esto
lo podemos hacer aún en un día lleno de trabajo y en un cuarto lleno de gente y
aún bajo las más difíciles circunstancias externas. Nadie puede quitarnos estos
momentos. El centro de nuestro ser, la parte más interna del yo que es el
asiento de nuestra soledad, es elevado hasta el centro Divino e integrado en
El. Únicamente en un movimiento que nos levante primero hacia Dios y luego
regresemos de El a otra persona, podemos encontrar comunión con los demás.
Aún el amor
renace en la soledad, porque solamente en la soledad pueden aquellos que están
solos llegar hasta aquellos de los que están separados. Una hora de soledad
puede llevarnos más cerca de aquellos que amamos que muchas horas de
comunicación. Podemos llevarlos con nosotros a las "colinas de la
eternidad".
Houston,
Texas.
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